OTRAS RUTAS

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  Esta península o lengua de tierra que separa las rías de Pontevedra y Vigo es como una síntesis absoluta de todos los atractivos turísticos que puede ofrecer Galicia. En el aspecto monumental encontraremos los buenos ejemplares románicos de Campo, Piñeiro, Cela, Hío, Moaña... alternando con sobrios pazos, pintorescas ermitas, hórreos y cruceros, entre los que resalta el espectacular de Hío. De las entrañas del pasado surgen en Mogor los petroglifos de la Pedra do Labirinto, réplica de los que se esparcen por el Pinal do Rei o por el parque de Cotorredondo, donde varios dólmenes conservan recuerdos prehistóricos.
Una hilera de playas y arenales, algunos con bandera azul de la UE y todo tipo de servicios y atenciones turísticas, amenizan la costa, y en las alturas una serie de parajes naturales y miradores nos ofrecen panorámicas siempre nuevas y diferentes de un paisaje nostálgico y sugestivo: Serra do Domaio, Mirador de A Fraga, Monte Esculca, Facho de Donón... Contemplamos la embelesante ensenada de San Simón, la populosa ciudad de Vigo, las islas Cíes, el turístico Sanxenxo, la misteriosa isla de Tambo y la pacífica ría de Pontevedra. Y para reponernos tenemos a lo largo de todo el recorrido la posibilidad de disfrutar de una rica y variada gastronomía, con el único estorbo de tener que escoger.
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La ciudad de Vigo comenzó su moderno desarrollo a partir de las últimas décadas del siglo XIX, pero esto no la priva de ser una ciudad histórica y monumental. El castro celta que dio origen a la ciudad, la más grande necrópolis romana de Galicia, los templos románicos, la fortaleza medieval de O Castro... y el testimonio poético de Martín Codax dan buena prueba de nuestra afirmación.
Por el alto de Puxeiros pasamos del valle de Mos al de A Louriña, donde se asienta O Porriño. Espacio natural de las Gándaras de Budiño y naves industriales; montes rocosos rotos por las canteras del granito que se exporta a cinco continentes, al amparo del Parque Natural del Monte Aloia, y llegamos a la ciudad fronteriza de Tui, con su catedral fortaleza y agrupando un casco histórico y monumental.
A través del cálido valle de Tomiño, donde aún se mantiene airosa la Torre de Tebra, defendiendo pazos y portadas románicas, llegamos al valle de O Rosal, vinos y molinos, pórtico de A Guarda, Castro y panorámica inolvidables. Una costa rocosa, interrumpida por el monasterio medieval de Oia, nos lleva hasta Cabo Silleiro, cuando nos sorprenden las murallas de Monterreal, bajo la mirada de la Virgen de la Roca. Entre los yates blancos y gráciles del puerto deportivo, la nave pesada y oscura de Colón nos recuerda que Baiona fue la primera en saber que existía América. Luego, de Playa América, con su pincelada sueva de Panxón, a Samil, una hilera de acogedoras playas nos devuelve al punto de partida.
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Pasado el bullicio de las fiestas de A Coca en Redondela, bajo los seculares viaductos de hierro, apetece buscar la tranquilidad de O Condado, que empezamos a presentir en las alfombras florales del Corpus de Ponteareas. El castillo de Sobroso es ya un pacífico museo y el monte de A Picaraña una ruta de sorprendentes rocas, detrás de los que se ocultan los dos Mondariz, uno con las históricas ruinas de su balneario y sus salutíferas aguas. Otro con el puente romano de Cernadela presidiendo el valle del Tea, uno de los más embelesantes de Galicia.
En la montaña, O Covelo levanta su famoso crucero, el castro y los miradores naturales de A Guía, que anuncian la proximidad de A Franqueira, una de las portadas románicas más hermosas de Galicia y con romería multitudinaria al pie del monte Paradanta, que da nombre a la comarca. Su capital, A Cañiza, ofrece una sabrosa gastronomía de montaña, a la sombra del pico más alto de la provincia: Faro de Avión.
Las corrientes del Miño arrastran las balsas del rafting, pero nosotros vamos suavemente por la orilla, contemplando los pazos de Crecente, el monasterio de Albeos, el histórico puente de Mourentán, el singular conjunto votivo de Barcela, las sorprendentes procesiones de Ribarteme, la villa y castillo de Salvatierra y el espectacular Pazo de A Picoña en Salceda de Caselas, después de atravesar el puente medieval de Fillaboa. De camino, por tanto, degustaremos unas angulas, sobre todo en Arbo, la lamprea en su tiempo, y otros frutos del Miño regados con el vino de O Condado.
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El recorrido por el interior pontevedrés, pero aún bajo influencias marinas, lo iniciamos en Moraña, cerca del santuario de los Milagros de Amil. En el mirador de Morañó contemplamos por última vez el mar, y en el Castro de Penalba se despliega la vista por la vega de Campo Lameiro, sembrada de prehistóricos petroglifos, que observaremos uno por uno. Atravesaremos el Lérez por uno de sus hermosos puentes, por entre las románicas parroquias de Sacos o por la Carballeira de San Xusto.
Buscaremos después el camino de Cotobade, el de los famosos canteros, para subir por Augasantas y la montaña de A Lama hasta el Campo das Ermidas. En Pontecaldelas aún sentimos el aroma de las truchas por la ruta de A Cañiza. Tierras altas, aire puro de Gaxate y Berducido, que culminan en Fornelos de Montes, donde el río Oitavén pone en su playa fluvial la nota acogedora en un espeso paisaje.
El camino se desliza ligero hacia el mar por las orillas del pantano de Eiras y los alegres campos de Pazos de Borbén. El río Oitavén se junta con el Verdugo al pie de las murallas almenadas del castillo de Soutomaior, uno de los más hermosos y mejor conservados pazo-fortalezas de Galicia. Los dos ríos unidos desembocan en la ría de Vigo bajo el largo puente medieval de Pontesampaio, que hicieron célebre los patriotas luchando contra los franceses con el famoso "cañón de palo", aunque hoy lo es más por las exquisitas ostras de Arcade.
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Cuntis, con su balneario, está en una de las vías de penetración a las tierras del interior, que tienen como pórtico A Estrada, centro de numerosas excursiones hacia las riberas del Ulla: Pontevea con su puente medieval, iglesias románicas de Santeles, Moreira, Ancorados, Riobó... Torre de Cira, pazos de Preguecido, Paizás y los románticos jardines del de Oca. En la dirección opuesta insiste el románico en Ouzande, Tabeirós y Lagartóns, y se puede subir al desabrido espacio de la legendaria laguna de Olives.
Camino de Silleda, que celebra todas las primaveras la Feria Internacional de la Semana Verde, las cataratas del Toxa en Bandeira ponen la nota paisajística, y el monasterio de Carboeiro la romántica, mientras contemplamos los magníficos ejemplares románicos de Ansemil, Castro o Breixa. Vila de Cruces centraliza la vida de la comarca de Merza. Lalín es el centro geográfico de Galicia y encrucijada de caminos. Llega el de Lugo por Agolada, el de Chantada por Rodeiro, y el de la capital pontevedresa por Forcarei, pero antes subiremos a Dozón.
La Peña de Francia es un buen mirador para contemplar las tierras del Deza, después de admirar uno de los más hermosos templos románicos de la provincia, el del monasterio de Dozón. Llegando a Forcarei, en un entorno silencioso y retirado, conserva Acibeiro el monumental templo de su monasterio. No lejos de allí, en Sabucedo, se celebra la "Rapa das Bestas" más famosa de Galicia, mientras resuena en el recuerdo el sonido de las gaitas de Soutelo de Montes y Cerdedo.
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